El conservadurismo está de moda. Por Pedro Salinas
Vaya. Leo en Caretas que la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino (FASTA) está comenzando a crecer. Y a multiplicarse. Se trata de una agrupación católica conservadora, fundada en 1962, en Argentina, por Fray Aníbal Fosbery, un sacerdote dominico. Actualmente, además de Argentina, se encuentra en España, Brasil, Chile y el Perú, donde administran colegios, residencias universitarias, casas de retiros, universidades, editoriales y centros de formación para niños y adolescentes.
FASTA posee una estructura similar al de otras instituciones del mismo corte. Tiene una rama laical, otra de sacerdotes, y una versión femenina. Y se suma al cúmulo de movimientos religiosos ubicados a la derecha del Papa. Ahí están, ya adivinan, el Opus Dei; Legionarios de Cristo; Sodalicio de Vida Cristiana; Tradición, Familia y Propiedad, entre otros.
Es decir, estamos hablando de grupos fundamentalistas y radicales que marchan a contracorriente de la modernidad, de la laicidad del Estado y que pretenden instaurar sus ideas y posturas en la opinión pública y en el ámbito político, con el propósito de penetrar el sistema democrático y hacer valer sus particulares conceptos de «familia», «vida», así como influir en las leyes y en las decisiones del Poder Ejecutivo.
De hecho, cuando se trata de estos temas no actúan independientemente, sino como coalición. Ergo, trabajan concertadamente. Y cada vez con más eficacia, déjenme añadir. Lo hacen desde el 2005, luego del II Congreso Internacional Pro-vida, realizado en Lima, en el que los asistentes, todos miembros de estas asociaciones religiosas, delinearon una exposición de objetivos a la que bautizaron Declaración de Lima, con el ánimo de establecer una red de redes que se active a través de movilizaciones con el propósito de hacer sentir su voz. Para quien le interese estos temas, cada vez más recurrentes, puede encontrar abundante información en Cruces y Sombras. Perfiles del conservadurismo en América Latina, cuyo autor es el mexicano Edgar González Ruiz, o en Economía Política del Cuerpo. La reestructuración de los grupos conservadores y el biopoder, editado por la oenegé Promsex y escrito por el aguzado antropólogo y politólogo peruano, Jaris Mujica.
La última «cruzada» de los conservadores ha sido, hasta la fecha, su principal demostración de fuerza. Medio millón de ellos, que no es moco de pavo, desfiló en la Marcha por la Vida, que se llevó a cabo en la Costa Verde de San Miguel, el pasado sábado 21. Y en su convocatoria y desarrollo participó activamente, liderando y arengando, ya saben, el cardenal y arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, connotado militante del Opus Dei y especialista en la divulgación de supersticiones, fanatismo e ignorancia.
Estos conglomerados conservadores, por lo demás, están insertados en la política formal y tienen relaciones con otros elencos fundamentalistas de la extrema derecha estadounidense, que, tras bastidores, financian algunas actividades de estos grupos en la región. Y en el Perú, obviamente. Pues nuestro país, como anota Jaris Mujica, «parece ser el centro de experimentación» de dichas organizaciones carcas.
Adicionalmente a ellas, fungen de soporte eficiente otras entidades. Como, por ejemplo, Ceprofarena (Centro de Promoción Familiar y de Regulación de la Natalidad), uno de los círculos pro-vida más antiguos en el Perú, y cuyos temas de interés son la familia, la sexualidad, la salud, la educación y los métodos anticonceptivos. O la ALAFA (Alianza Latinoamericana Para la Familia), que posee una sede importante en el país, y que labora editando y distribuyendo material didáctico para los fines pro-vida). O la Oficina Regional para América Latina de la colectividad norteamericana Population Researche Institute (PRI), que tiene una labor orientada al lobby parlamentario y a hacerle oposición al activismo de los grupos denominados prochoice (dedicados a promover la despenalización del aborto, o están a favor de la Unión Civil, o sostienen enfáticamente que la separación entre Estado e iglesia Católica debe ser indiscutible).
Así las cosas, uno empieza a preguntarse, como sugiere Caretas, si acaso la tendencia es convertir a Lima en el epicentro conservador más grande de América Latina.
Dicho lo cual, me pregunto entonces qué cuernos hace nuestra infame clase política para defender la laicidad del Estado y la libertad individual, porque como están las cosas provoca maldecir a quienes hacen posible que el conservadurismo avance tan rápido y tan expansivamente en el Perú. Porque a ver. Si hay algo que quiero para mis hijos, es que vivan en un país en el que coexistan con ciudadanos con pensamientos libres, y no en un lugar preñado de borregos con creencias atávicas. Pues eso.
Tomado de La República
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