AQV y pedagogía de la crueldad
Desnudas, indefensas, solas están, pese a que a su lado aparece personal médico que, como nos enteraríamos después, parece que olvidaron su juramento hipocrático, que dice claramente que “en cualquier casa donde entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción”. Así, estos trabajadores de la salud fueron cómplices, por acción u omisión, de una de las más flagrantes violaciones de derechos que vivieron miles y miles de mujeres campesinas, indígenas, pobres, en nuestro país.
Solas e indefensas aparecen las mujeres en las fotografías, tomadas por quién sabe quién, como medio de verificación del trabajo realizado. Desnudas, sin la bata que en cualquier centro médico que se respete nos ponen cuando nos hacen algún examen; desnudas, total e inexplicablemente, como prueba del trato que se les dio; evidencia de lo poco que importaban esos cuerpos, esas vidas de mujeres, en lugares alejados del país; tiradas como despojos en unas camas militares, camas de paso, inadecuadas para operaciones que tienen serios riesgos; mujeres con rostros negados hasta en las fotos. Ligaduras en serie: Un, dos, tres, realizadas lo más rápido, para alcanzar buenos resultados e informar al señor presidente del cumplimiento de la misión, como se demuestra en los informes presentados en el dossier sacado a circulación por Diario 16. En esta publicación, encontramos un informe del ministerio de Salud, con fecha del 6 de agosto de 1997, dirigido al “Excelentísimo Señor Ingeniero Alberto Fujimori Fujimori”, que dice: “… como podrá usted apreciar, por los primeros siete meses del año, se ha alcanzado un acumulado total de 64,831 AQV, lo cual nos sitúa en el 43% de la meta fijada en 150,000 para el año 1997”.[1]
En diferentes regiones del país, como parte de la Política Nacional de Población impulsada por el gobierno de Fujimori, se incluyó la esterilización como método de planificación familiar. Se inició entonces una estrategia dirigida a la población más empobrecida, con la idea de impedir que tuvieran más hijos, y evitar así, según los que formularon la política, la reproducción de la pobreza. Esta incluyó festivales de ligaduras y vasectomías, spots, afiches y una gran parafernalia con la que el personal del MINSA ingresaba a las localidades, para convencer, de persona a persona, o con amenazas. También comprendió acciones que rayaban con una cacería de mujeres, pues ellas eran llevadas de sus propias casas por quienes, presa de la desesperación por cumplir las metas establecidas, no tenían reparos en engañarlas, sacarlas a la fuerza, prometiéndoles asistencia posterior. “De casa en casa buscaban a las mujeres”, dice una de las víctimas de esta violencia, en un testimonio ofrecido para un documental.[2]
Los relatos dan cuenta de cómo la coacción fue pan de cada día para las mujeres, que fueron expropiadas de su derecho a decidir sobre su cuerpo. Una de las víctimas cuenta lo que le dijeron en una posta de salud de Anta, Cusco, cuando llevó a su hijo para un control médico: “Ahora voy a tu casa para explicarle a tu esposo y hacer que venga. Vino a mi casa. Fue que me amenazó: Si no vienes, cuando tengas otro hijo, ya ni lo vamos a inscribir. La próxima vez los haré traer con la Policía”.[3]
Profesionales de la salud, que quizá también sintieron el temor de que el peso de la espada de Damocles cayera sobre sus cabezas, si no cumplían con lo que les exigían sus superiores, dejaron de lado sus promesa de cuidado a sus pacientes y optaron, en la mayoría de casos, por cuidar su trabajo, sin importar el costo. Tal actitud es una muestra más del peso del individualismo y el pragmatismo que se fue instaurando en el país y que fue deviniendo, para muchos, en una ausencia de moral, en donde el otro, las otras, son sólo objetos que nos pueden servir o no para nuestros propios planes o expectativas de vida.
Miles y miles de mujeres fueron esterilizadas en las campañas que promovía el gobierno de Fujimori. Miles y miles de mujeres fueron sometidas a prácticas de anticoncepción quirúrgica dizque voluntaria, cuando se ha comprobado, tras años y años de luchas de las víctimas y de organizaciones de mujeres, así como de derechos humanos, que miles de estas operaciones se realizaron sin el consentimiento de quienes fueron objeto de ellas.
Desoladas, maltratadas, “como ovejas tumbadas en el suelo, de rincón a rincón”[4], demostración del desprecio hacia las otras, las que debían evitar reproducirse para no poblar la tierra de pobreza, las culpabilizadas por procrearse, las despreciadas, las campesinas, las indias. Quizá por eso fue tan fácil que aquellos que cursaron los estudios universitarios abdicaran de su juramento de “evitar todo mal y toda injusticia”. Solo así se explica que hayan seguido ellos y ellas, ahora sí como ovejas, los mandatos que les exigían sus superiores de cumplir metas a toda costa.[5]
Han pasado 18 años desde que estos hechos sucedieron. Las mujeres víctimas de las esterilizaciones han caminado muchos kilómetros y recorrido mucha vida exigiendo justicia y reparación, sin que sus voces sean escuchadas, sin que se resuelvan sus casos y sin que la sociedad en general se solidarice con su dolor. Tampoco con el de hombres, porque si bien es cierto que fueron aproximadamente 300 mil las ligaduras de trompas, también se realizaron y 16 mil vasectomías. No se sabe cuántas de estas últimas fueron también realizadas sin el consentimiento masculino, pero por ahora ellos callan, por miedo, por vergüenza, porque los hombres no pueden hablar de esas cosas, ¿quién sabe? El hecho es que ellos también son víctimas de los mandatos de género que los conmina a ser reproductores, fuertes, valientes, poco proclives a dejarse engañar; pero por ahora, son mujeres las que siguen poniendo su cuerpo, su rostro, resistiendo, porque, como lo dice una de ellas: “Ya no somos más como antes. Ya no somos tontitas. Ya no estamos durmiendo”.[6]
Han pasado tantos años y poca solidaridad, poca empatía despertaron estos sucesos, que deberían levantar nuestras rabias más profundas, movilizarnos a todos y todas, para no perder el sentido de humanidad, para crecer como colectividad, para no ser sólo los sujetos de consumo que requiere el mercado, como lo señala Rita Segato:
“El mercado global, que está en un momento apocalíptico, necesita de personas, necesita de una humanidad con un umbral de sensibilidad muy bajo al sufrimiento humano. Y donde se ejerce esa pedagogía de la crueldad, donde se enseña a disminuir la sensibilidad ante el sufrimiento humano es en el cuerpo de la mujer. La mujer no es el otro contra quien peleo: La mujer y el niño están en otro lugar en el imaginario colectivo. Por lo tanto, enseñar crueldad en ese cuerpo simplemente disminuye el umbral de sensibilidad frente al dolor.”[7]
Pese a la crueldad y al ensañamiento, estas mujeres se levantaron; primero, sólo algunas, para luego ser cientos, miles, las que ahora, después de tanto tiempo, pueden contar lo que les hicieron, lo que les ha significado en sus vidas. Ellas no caminan solas. Está en primera línea Hilaria Supa, congresista andina que ha vivido tantas cosas en esta lucha. También caminan con ellas el Movimiento Amplio de Mujeres Línea Fundacional, IDL, Demus, Amnistía Internacional, el GREF y tantas otras instituciones y personas que exigen que se haga justicia, que se reconozca el daño que se les produjo a miles de peruanas, que en algo se les repare. Ojalá que las nuevas evidencias que se han presentado estos días en los medios aporten a la búsqueda de justicia y movilicen las sensibilidades frente al ensañamiento en los cuerpos de las mujeres, frente a la violencia, para romper lo que Rita Segato llama el “pacto de la pedagogía de la crueldad” y que se realiza en el cuerpo de las mujeres.[8]
Foto: Investigación de Amanda Meza y Juan Carlos Chamorro – Diario 16
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[1] Juan Carlos Chamorro y Amanda Meza. «Estas son las pruebas de que Alberto Fujimori lo sabía todo», en Dossier: Esterilizaciones forzadas. Diario 16, edición impresa. 13 de julio del 2015. P. XVI.
[2] «We have woken up». Entrevista con Aurelia Paccohuanca y Micaela Flores. Enero del 2012, realizada por Lucía Cuba. Video de Mauricio Delfín. https://vimeo.com/42281777
[3] Chamorro y Meza. «Testimonios del Terror». Dossier: Esterilizaciones forzadas. P. XV
[4] «We have woken up», video citado.
[5] «Esterilizaciones forzadas: Fujimori genocida». Video subido por tvbruto01.14 de agosto del 2009. Consultado el 14 de julio del 2015. https://www.youtube.com/watch?v=67R7ifC5uZ0
[6] «We have woken up».
[7] «La televisión argentina es una pedagogía de la crueldad que se ejerce sobre el cuerpo de la mujer». Entrevista a Rita Segato. Andar, agencia de noticias en red. 30 de setiembre del 2014.http://www.andaragencia.org/la-television-argentina-es-una-pedagogia-de-…
[8] «Rita Segato: ‘En el cuerpo de la mujer se realiza una pedagogía de la crueldad'». Alice News. 5 de mayo del 2014. http://alice.ces.uc.pt/news/?p=3231
Tomado de noticiasser.pe
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