En 1926, Margaret Sanger, por entonces ya separada de su primer marido, dio una conferencia en Silver Lake, Nueva Jersey. Su primer marido (y padre de sus hijos) fue un primo que prefirió pintar cuadros con flores en París a seguir casado con La Mujer del Momento, ideológicamente hablando, o, mejor, con La Mujer Más Buscada de Estados Unidos, autora de una columna incendiaria, por poderosamente feminista, llamada The Woman Rebel y de cientos de miles de octavillas con títulos tan seductores como Lo que toda chica debiera saber, es decir, manuales de instrucciones para controlar el momento de quedarse embarazada. Su segundo marido la encontró, por el contrario, tan fascinante, que no le importó que ella pusiera condiciones como vivir en casas separadas y seguir teniendo tantos amantes como les apeteciera. Entre los de ella, por cierto, se encontraba H.G. Wells. Pero volvamos a la conferencia. El lugar es Silver Lake, Nueva Jersey. Margaret es ya una mujer famosa. Ya ha fundado la Liga Americana Para El Control de la Natalidad (1921). El caso es que Margaret habla para una concurrida audiencia en un acto programado por el Ku Klux Klan. Lleva consigo una ginoplaca, una especie de maqueta en tres dimensiones del aparato reproductor femenino. Está a punto de empezar a explicarles cómo deben insertar el diafragma en la vagina cuando una de las mujeres levanta la mano y pregunta: «¿Qué es ‘vagina’?». La historia es real, Peter Bagge la recoge en su homenaje, a modo de biografía en viñetas, a Sanger: La mujer rebelde (La Cúpula).
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