El matrimonio infantil, un pendiente a erradicar
Para quienes no lo sepan, en el Perú, con la incorporación del art. 42 del Código civil, la posibilidad de contraer matrimonio ya no son los 16, sino los 14 años, quebrando así todos los estándares internacionales de derechos humanos de las niñas y adolescentes. Solo para que se den cuenta, lo mal que andamos en cuanto a políticas de género, que lejos de avanzar, retrocedemos.
Pues quienes desarrollaron esta legislación, reduciendo aún más la edad para el matrimonio, no tuvieron en cuenta dos aspectos muy importantes; a) que el matrimonio exige mutua aceptación y dicha aceptación debe darse en igualdad de condiciones y no hay manera que esa igualdad de condiciones esté dada por la niña, aun cuando esto sea aceptado por sus padres/madres o tutores y b), son las mujeres las que generalmente tienen menor edad, pues es muy difícil ver a un niño o adolescente casándose con una mujer adulta, por lo tanto, son las que suelen estar en situación de desventaja, por lo que se considera que el matrimonio infantil o adolescentes, no solo es un problema social muy serio, sino también es una expresión extrema de desigualdad de género y nos iguala con aquellos países que obligan a las mujeres a ser ciudadanas de segunda clase y cuyo valor solo llega a la mitad de los hombres, solo por emplear algún estándar.
Hay quienes consideran que nuestra alta prevalencia del embarazo en adolescentes, incluyendo a las menores de 15 años, es una justificación para aceptar el matrimonio temprano y justifican el hecho, aludiendo a la paternidad responsable, sin considerar los graves impactos que esto tiene para las niñas y adolescentes casadas, pues aun cuando el embarazo en este grupo de edad, también significa empobrecimiento, no hay nada que evidencie que el matrimonio mejore las condiciones. Lo que hace más bien es que la sociedad y el Estado ignore el problema, resultando una manera hipócrita de abordar el tema. Como se sabe, una niña o una adolescente casada, únicamente tendrá más dificultades para reencausar su proyecto de vida, si no también tiene muchísimas más probabilidades de ser víctima de violencia y explotación.
Pues las niñas y adolescentes no suelen casarse con hombres contemporáneos, sino con alguien que les duplica o triplica en edad, por ende, se trata de niñas y adolescentes que muy poco podrán decidir por sí mismas. Son niñas y adolescentes, que no terminaran la escuela, son las que se sumarán, en el mejor de los casos, al mercado informal, pues muchas caerán en las garras de los explotadores laborales y sexuales y no olvidemos, que, a un primer embarazo, suele sumarse un segundo, trayendo niños y niñas, con mayores probabilidades de sufrir violencia, enfermar o morir.
Por lo tanto, quitemos la palabra suave de “matrimonio temprano”, llamémoslo “matrimonio infantil” y un embarazo no puede seguir siendo la excusa, pues el matrimonio no es la respuesta, sino en la postergación de la maternidad; fortaleciendo el sistema educativo como un espacio de protección, garantizando la educación sexual integral, combatiendo la violencia sexual, incorporando en las políticas de cuidado, medidas preventivas que protejan de la violencia sexual, es decir, todas esas medidas que nos lleven a fortalecer las tres autonomías, que todavía la mayoría de mujeres, niñas y adolescentes carecen; la autonomía en la toma de decisiones, la autonomía física y la autonomía económica y ninguna de estas podrán ser encontradas a través del matrimonio infantil.
Así que el Congreso tiene la oportunidad de hacer algo bien y dejar para la historia, la imagen de las niñas madres o niñas esposas, pues lejos de enternecernos, debería indignarnos.
Artículo tomado del Otra Mirada