Impactos de la patologización: deshumanización de la sexualidad en la agenda por la igualdad de las personas TLGB
Nunca antes en el país, se le había dado tanta atención pública a la política educativa como en estos últimos meses. Durante años, la población en general, así como diversas organizaciones, han demandado al Ministerio de Educación la implementación de mejoras en el sistema educativo, y dentro de estas, no solo se plantean aspectos como la comprensión lectora o destrezas en ciencias numéricas, sino en aspectos relacionados a los valores. El gran debate se da cuando se pretende dar contenido a estos valores, cuando sí, se comprende o no, que deben traducirse en el derecho a la igualdad y no discriminación.
Lo endémica y grave que es la situación de la violencia en todas sus formas en nuestro país, y en especial la violencia de género que se ejerce contra las mujeres y personas TLGB[1] a lo largo de todo su ciclo de vida, ha puesto a la escuela en el centro de las inversiones estratégicas que los Estados deben realizar para su erradicación. La transformación de las escuelas en espacios seguros, en lugares donde niñas, niños y adolescentes aprenden y se fortalecen para que sus proyectos de vida se tornen una realidad, es un tema impostergable; si de desarrollo y lucha contra la pobreza se habla, y en ello hay bastante consenso.
La reforma educativa que se ha venido anhelando y reclamando durante muchos años trae en el año 2016 la aprobación de un nuevo Currículo Nacional de la Educación Básica, que incorpora, entre muchos de sus enfoques, el enfoque de género; incorporando estándares mínimos en materia de educación. Por ello, plantea el deber de educar sin desigualdades de género, reforzando valores como la igualdad, la empatía y la solidaridad; proponiendo una escuela que permita comprender y atender la importancia de la sexualidad como un aspecto constitutivo del desarrollo humano.
Esta propuesta educativa permitiría, en el mediano plazo, contar con nuevas generaciones que reconocen iguales entre sí a las personas, avanzando contra la discriminación; lo cual lleva a respetar lo diverso que es la humanidad acogiendo esta diversidad como parte fundamental para pleno desarrollo humano. Ello supone, sin duda, dejar atrás el uso de la violencia y de la imposición de una sola manera de entender, reconocer y configurar lo humano; poniendo el gran desafío de erradicar mitos y estereotipos del deber ser en muchos aspectos de la vida, y en uno central: lo sexual.
Creímos por un momento que éramos una sociedad que evolucionaba, que esta modernidad y auge económico nos estaba haciendo un país distinto, donde el racismo, el sexismo, la xenofobia, y la homofobia, existían, pero ya no eran frecuentes y que casi, casi, eran cosas del pasado. Sin embargo, el debate público sobre el contenido educativo nos ha permitido observar que apenas, como se dice, se comienza a escarbar; afloran peligrosas expresiones de odio y desprecio por la existencia de determinadas personas, que llevan a plantear incluso su desaparición.
Hemos constatado, que la igualdad está lejos de ser una realidad cotidiana para quienes habitamos este país, que algunos avances han sido producto de procesos largos y costosos. En estos procesos las mujeres, las personas TLGBI, las personas afrodescendientes, la personas con discapacidad, las personas indígenas, entre otras, han ganado a mucho pulso y trabajo, el reconocimiento de algunos derechos; a veces solo de manera nominal, en papel, pero que la igualdad real es aún un pendiente, teniendo un enorme costo para nuestra sociedad.
Esta lucha por la igualdad está permeada, por supuesto, por el reconocimiento de privilegios no solo para algunas clases sociales, sino también, para algunas maneras de existir y vivir la sexualidad; para algunas maneras de ser una “buena mujer”; para algunas maneras de ser un “buen hombre” dentro de lo bueno, sano, normal y adecuado; está para la heterosexualidad con fines reproductivos, la feminidad que ensalza la maternidad y lo doméstico como único referente para las mujeres, y la masculinidad como negación de lo femenino, como muestra de una sexualidad casi irrefrenable y una violencia que permite encauzar estos roles. Siendo todo aquello lo que salga de este patrón de normalidad, peligroso, tanto así que incluso atenta contra la democracia en nuestro país.
La censura del Ministro de Educación Saavedra, en diciembre del año 2016, por haber aprobado esta política pública educativa, es una muestra de cómo se asocia esta propuesta de negación de la ciudadanía e igualdad para mujeres y personas TLGB en nuestro país con la estabilidad de un gobierno, de una democracia.
Las dinámicas interpersonales y de socialización que se dan en la escuela son sin duda un reflejo de aquello que sucede en los diferentes espacios sociales, por ello es que es tan importante traer a luz el acoso o bullying homofóbico, como realidad cotidiana en nuestro sistema educativo. Hoy en día las escuelas vienen siendo parte de este sistema que réplica y refuerza esta violencia.
Cuba y Osores[2], al realizar un análisis de los resultados de la Encuesta de Convivencia Escolar (2013)[3], relieva que el 4.7% de quienes sufrieron violencia escolar fue de tipo homofóbica, que el 77% de víctimas de violencia homofóbica son hombres. Señala que el identificarse como hombre es la variable que más se relaciona con esta violencia; donde más del 80% de los afectados por violencia homofóbica han sido insultados por sus compañeros, el 60% ha sido golpeado por algún compañero y más de la mitad ha sido objeto de burlas de insultos por medios electrónicos.
En los casos en que los agresores son adultos en la escuela, 32% fue objeto de violencia homofóbica con insultos, y un 28% con burlas. Un hallazgo escalofriante, es que el ser víctima de violación por parte de un compañero del colegio es el doble de probable cuando se es afectado por violencia homofóbica que cuando se es afecta por violencia escolar en general.
Así, salirse de aquello que un hombre debe aparentar y ser enmarcado en los estereotipos de la masculinidad debe ser castigado, la violencia en ellos también cobra un significado de control y sobre todo de adoctrinamiento, sobre el “deber ser hombre”, en desprecio de lo femenino.
Pero estas no son las únicas evidencias, PROMSEX[4] en colaboración con otras organizaciones de América Latina, realizó un estudio durante el año 2016 para conocer y analizar el clima escolar desde la mirada de estudiantes TLGB. 321 estudiantes LGTB entre los 14 y 17 años de 20 regiones del país, brindaron información valiosa sobre su cotidiano en las escuelas. El 72% de estudiantes señaló haber sufrido acoso verbal debido a su orientación sexual, 58% la sufrió por su expresión de género. El 33% sufrió acoso físico debido a su orientación sexual y el 26% debido a su expresión de género. 7 de cada 10 estudiantes se sintieron inseguros en el colegio debido a su orientación sexual, 3 de cada 10 faltaron al colegio entre 1 y 5 veces en el último mes debido a la sensación de inseguridad. El 59% de estudiantes escuchó siempre o con frecuencia comentarios homofóbicos en su colegio.
Frente a ello, el 43% de estudiantes señaló que el profesorado nunca intervino cuando fue testigo de comentarios homofóbicos, y lo peor es que un 30% señaló que los comentarios homofóbicos provinieron del profesorado. Por ello, no es de extrañar que 57% de estudiantes, nunca informó de los casos de acoso al personal de la escuela y el 68% nunca informó a su familia.
Un estudio sobre el bullying homofóbico en colegios de Perú, Chile y Guatemala, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Universidad Peruana Cayetano Heredia en el Perú[5] el año 2013, reporta que el 44% de personas encuestadas en Lima Metropolitana (de un total de 900) fueron víctimas de bullying alguna vez cuando estuvieron en el colegio. De esta cifra, las personas homosexuales lo sufrieron con mayor frecuencia (67,7%), debido a su orientación de género.
Sin duda, hace falta documentar y tener información más profunda sobre este tipo de violencia; sin embargo, se puede señalar que, tanto desde iniciativas estatales, como desde organizaciones de la sociedad civil, se ha logrado contar con evidencia que no puede ni debe ser soslayada, y es frente a ello que el nuevo currículo como política pública cobra tanto sentido, pues es el Estado quien tiene la obligación de responder para erradicar esta violencia discriminadora en las escuelas contra las niñas, niños y adolescentes TLGB.
Las escuelas, en este sentido, se convierten en espacios donde los roles y estereotipos de género van marcando lo que se considera una vivencia y desarrollo “sano” de la sexualidad, el lugar click here donde se van moldeando las relaciones de género y donde también, al igual que en casa, se castiga aquello que no entra en lo que es considerado “normal”, sin importar si con ello se causa sufrimiento, y se trunca el desarrollo afectivo y cognitivo de quienes no sienten o piensan como esta norma social.
Estamos en una gran encrucijada, como sostiene Thomas Szas[6], “nos hemos dejado llevar por el temor a la homosexualidad, de la misma manera e intensidad que en la antigüedad se le temía a las brujas y herejes, conviviendo así, en una misma idea de que la homosexualidad es tanto enfermedad como crimen, no se le considera plenamente humano, se le niega el reconocimiento como ser humano en su identidad y yo auténticos puesto que no es heterosexual, socavando así las creencias y valores del grupo dominante”.
El rol que la medicina y con ella la psiquiatría, y más adelante la psicología, ha jugado en convertir expresiones de la sexualidad e identidades en enfermedades mentales, data de muchos años, casi tantos como la creación de estas profesiones. Se construyó la homosexualidad y la transexualidad como una enfermedad, como un diagnóstico médico, plausible de terapias de reconversión, no solo para el entendimiento de estas profesiones de la salud mental, sino también constituyéndose peligrosamente en sentido común, lo cual incluso ha alcanzado para deshumanizar a estas personas social y legalmente.
Esto, los convierte en “enfermos mentales”, les alcanza el estigma y discriminación también de cual son víctimas las personas con problemas de salud mental; personas de las cuales se considera que deben ser apartados o eliminados de la sociedad porque la contaminan, la dañan, que son peligrosas, personas que deben ser curadas. Desnaturalizar la heterosexualidad y con ello su superioridad frente a otras formas de amar y ejercer la sexualidad, irrumpe en siglos de haber vuelto delincuentes, peligrosas y enfermas a personas TLGB.
Aprovechando la construcción de la homosexualidad y transexualidad como patologías es que una propuesta política transformada en campaña irrumpe en el escenario público, cuestionando el rol de la educación en el Perú en relación a desmontar estereotipos de género. La campaña de odio #ConMisHijosNoTeMetas “hace match” con tantas personas en nuestro país, de todos los niveles sociales y económicos, en quienes se ha logrado instalar en el sentido común un sistema que jerarquiza las sexualidades y valora las mismas como positivas o negativas en función de la heterosexualidad como mandato. Nunca antes un discurso discriminador, cargado de prejuicio, ha tenido tantos titulares y cobertura mediática, nunca antes una campaña pública, proveniente de políticos religiosos ha puesto en jaque al sistema educativo peruano.
Si bien hoy, a nivel mundial, se cuenta con cambios positivos desde las profesiones de la salud mental que han llevado, por lo menos en lo académico, a despatologizar la homosexualidad o a avanzar en un debate cada vez más serio sobre la transexualidad y su no asociación directa con la disforia de género como categoría clínica. Queda una enorme deuda social que deberá ser revertida con la participación activa en un debate público sobre ello, que lleve a no utilizar estas categorías patologizantes para sostener el recorte o la negación de las obligaciones que tiene el Estado de proteger, garantizar y reconocer derechos plenos a las personas TLGB en nuestro país.
La escuela debe marcar contenidos y rutas para ir generando cambios tan necesarios a gran escala social y cultural. Por ello, es que la reforma educativa es tan importante y tan amenazadora a la vez, por lo que hablar de igualdad de género y de violencia de género es tan combatido por quienes durante siglos han impuesto sus políticas de la sexualidad basadas en el miedo, dolor, enfermedad y culpa como son las iglesias, en especial la católica, en alianza hoy con sectores evangélicos.
Nada más importante para lograr el desarrollo y una democracia plena que las generaciones de hoy y del futuro cuestionen lo natural con que se presentan expresiones como la homofobia, el racismo y el machismo, que van muy juntos como aliados. Nada más importante que tengamos niños y niñas que cuestionen la violencia en sus casas, la de sus maestros, y que poco a poco vayan reconociendo al otro y otra como igual. Esa es una inversión y una decisión política democrática y laica que no se debe paralizar por un grupo de políticos conservadores revestidos con verdades reveladas, que desde los templos reviven miedos y odios que como sociedad debemos enterrar.
(*) Fuente de imagen: CIDHLGBTIViolencia
Escrito por Rossina Guerrero Vásquez, directora de incidencia política de Promsex, para el portal web parthenon.peparthenon.pe
_____________________________________________________
[1] Se usa TLGB, que incluye a las personas trans, lesbianas, gays y bisexuales.
[2] Cuba, L y Osores, T. Violencia homofóbica y construcción de la masculinidad en la escuela: una exploración cuantitativa. Disponible en: http://www.siep.org.pe/wp-content/uploads/Mesa-23.21.pdf
[3] Con una muestra de 47,114 estudiantes del 5to de Secundaria.
[4] Promsex. Estudio sobre clima escolar en el Perú 2016. Disponible en: https://issuu.com/promsex/docs/iaeperuwebglesen
[5] Cáceres, C y Salazar, X, et al. Era como ir todos los días al matadero… El bullying homofóbico en instituciones educativas públicas de Chile, Guatemala y Perú. Instituto de Estudios en Salud, Sexualidad y Desarrollo Humano. Universidad Peruana Cayetano Heredia, PNUD. 2013. Disponible en: http://www.pe.undp.org/content/dam/peru/docs/ODMs/pe.PNUD_UNESCO_BULLYING_Chile_Guatemala_Peru.pdf
[6] Szasz, T. La Fabricación de la Locura. Barcelona: Kairos. 2006.pp. 250 -251.