Justicia para Joel Molero
La madrugada del viernes 22 de noviembre, Joel, joven gay de sólo 19 años, fue torturado y asesinado en Chachapoyas, Amazonas. Vivo, le cercenaron los dedos de los pies, de las manos y los genitales. Fue degollado y quemado.
Como señalan los informes de Promsex y la Red Peruana TLGB sobre los derechos humanos de personas lesbianas, gay, bisexuales y trans (LGBT), en el Perú, durante el 2011, a través de los medios de comunicación, se conocieron 14 casos de asesinatos y 17 de afectaciones graves a la integridad física. Durante el 2012, se presentaron 7 asesinatos y 12 afectaciones graves. En lo que va del 2013, se han registrado 13 asesinatos que tuvieron como móvil el repudio a la orientación sexual y/o identidad de género. Según el MHOL una persona LGBT muere cada semana.
Es importante señalar que el subregistro de casos es una limitación que se agudiza por la falta de sistemas estadísticos que revelen la verdadera incidencia de estos delitos. Esto se produce, en primer lugar, porque suele ser difícil que los operadores de justicia determinen el móvil de los asesinatos al inicio de la investigación y, en segundo lugar, porque las víctimas que sufren agresiones solo las denuncian cuando han sido graves, por temor a ser discriminadas.
El patrón observado en los crímenes de odio por homofobia es que las víctimas son encontradas maniatadas, amordazadas, asfixiadas, semidesnudas o degolladas, con lo cual se vislumbra un nivel de ensañamiento. El año pasado, en un caso, dejaron un cartel sobre el cuerpo de una víctima, indicando que lo habían matado «por maricón»; en otro caso, se le dejó un pico de botella introducido en el ano, demostrando así la crueldad.
Aun esta en nuestra memoria el caso de Enrique Arméstar, joven descuartizado, cuyos restos se encontraron en una maleta en la ciudad de Huacho y otros en diversos puntos de Lima. Su asesino, Ricardo Vásquez Mori, fue sentenciado, la semana pasada, a 30 años de cárcel. Desgarrador fue el testimonio de su madre, Ana, al atravesar el penoso ritual del reconocimiento de su hijo, tan solo con partes de su cuerpo.
Lamentablemente, ésta realidad no fue suficiente para que el Congreso de la República aprobara un proyecto de Ley que pretendía modificar el Código Penal para que estos crímenes se sancionen ejemplarmente. Las y los congresistas opositores no tomaron en cuenta el pedido expreso que las Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le hacen al Perú, para que ponga freno a la crueldad con que se cometen. Más aun, mencionaron que no era importante.
Mientras tanto, más de 200 personas acompañaron el féretro de Joel, el día del entierro. Frente a la Fiscalía y al Poder Judicial exigían justicia. Pedían que estos crímenes, por su violencia extrema, deberían ser sancionados con la gravedad que corresponde. De lo contrario, se transmite a la sociedad un mensaje de tolerancia que promueve y legitima la violencia. Estos crímenes no afectan solo y directamente a la víctima, sino también a su familia, a su entorno, a sus amigos, al colectivo al que pertenecen, y a toda la sociedad que se siente impotente demandando ¡Ni una muerte más!
Artículo publicado en el Diario El Comercio. Lunes 9.12.2013
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