La violencia de género y sus raíces (1)
La llegada de los Españoles a nuestro continente trajo consigo creencias religiosas, leyes y un sistema económico que han influenciado en el desarrollo de una cultura en donde se le ha dado a la mujer el estatus como una propiedad de los hombres en las relaciones matrimoniales.
Estas creencias culturales han permitido que la sociedad aceptara no solo que el hombre tuviera supremacía, sino que también tuviera las expectativas de que los esposos mantuvieran el orden en la familia a través del control de sus respectivas esposas.
Toda iniciativa que la mujer pudiera ejecutar con frecuencia podría ser vista como una ofensa lo que la ponía en circunstancias de que ella fuera abusada por su esposo. Este sistema de dominio fue perpetuado por la creencia en la primacía del hombre sobre la mujer; las cuales hacían la violencia aceptable; las reglas institucionales que requerían la sumisión de la mujer hacia el hombre; y el derecho del hombre a usar el castigo con impunidad.
No fue hasta temprano del siglo veinte cuando las leyes comenzaron a cambiar y se consideraron como ilegales esta criminal práctica de abusos hacia la mujer. Sin embargo, aún con al largo tiempo transcurrido desde entonces, la violencia de género y de violencia intrafamiliar continúa y se ha convertido en un problema crónico de salud pública en todo el mundo y en especial en forma epidémica en América Latina.
Para comprender la violencia doméstica es indispensable conocer y analizar las
percepciones y valoraciones de las personas en torno a lo que significa ser hombre o ser mujer y revisar los estereotipos de género existentes, que siguen vinculando la idea de la superioridad del varón respecto a la mujer y la creencia de que él tiene el derecho a utilizar la fuerza, para mantener su dominio y control en el ámbito familiar.
La aceptación general de todos los foros internaciones definen la violencia doméstica como sigue «Se entenderá que la violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica, que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, violación, maltrato y abuso sexual; que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona».
Además, comprende entre otras formas de violencia la trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, así como en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar, y que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, dondequiera que ocurra.
. Además, se establece que toda mujer tiene derecho a una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el privado. «Los estados están obligados a adoptar acciones específicas para enfrentar y eliminar la violencia contra las mujeres, tanto la oficial como la privada».
Para el sistema de Salud Pública la violencia doméstica se ha convertido en un grave y lamentable problema socio-cultural, y viola los más elementales principios de los Derechos Humanos. Las personas afectadas son impedidas a tomar parte en los procesos de desarrollo y a ejercer plenamente sus derechos.
Tanto los adolescentes niños, y niñas padecen, al igual que las mujeres, de una desventajosa situación asimétrica de poder en el ámbito familiar, al estar inmersos/as en una sociedad que privilegia la autoridad y el poder de los adultos sobre ellos/as. La creencia y valoración social de que los hijos son propiedad de sus padres, incrementa la situación de dependencia, sometimiento y vulnerabilidad a ser objetos y víctimas de violencia dentro del núcleo familiar.
Es necesaria una clara definición del rol que deben jugar cada miembro de la familia en relación a su papel dentro de la sociedad, haciendo que se respeten sus derechos fundamentales. Esto crearía un reto sobre la responsabilidad que la sociedad debe ejercer en el logro de una equidad que proporcione un ambiente de justicia hacia estos sectores vulnerables de nuestra sociedad.
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