La violencia que no cesa
Una de las peores taras de nuestra sociedad es el ejercicio cotidiano de la violencia contra la mujer. Ocurre con total impunidad -en la enorme mayoría de los casos- y sin que haya una reacción masiva en contra de este abuso. Ello ocasiona que las víctimas lo vivan en silencio y con el temor de ser nuevamente agredidas, si es que denuncian el hecho, sobre todo cuando el agresor es la pareja o alguien cercano.
Lo más grave es que la situación no necesariamente mejora, cuando las mujeres acuden a las comisarias a sentar denuncia por maltrato -físico o psicológico-, ya que muchas veces, los policías a cargo se burlan de las denunciantes e incluso les dicen “seguro te has portado mal y por eso tu esposo te ha pegado”. Generan así una nueva forma de violencia, esta vez desde quienes representan al Estado, que, con este tipo de maltrato, culpan a la víctima de los golpes recibidos.
Pero las formas de violencia no solo ocurren en los hogares, sino también en las calles, donde las mujeres son acosadas o violadas por quienes las consideran un objeto sexual sobre el que cualquiera -cuando le plazca- tiene derecho de dar rienda suelta a sus deseos y caprichos. Lo mismo ocurre en los centros laborales, donde quienes tienen poder lo ejercen con los mismos fines.
Lo más grave es que frente a estas situaciones cotidianas -consideradas absolutamente normales y legítimas por un vasto sector de la sociedad-, el Estado hace muy poco y hasta se resiste a promover las políticas y generar los cambios legislativos que garanticen la dignidad femenina. Así ha sucedido esta semana, con el archivamiento del proyecto de ley de despenalización del aborto por violación sexual. Todo, en nombre de una supuesta defensa de la vida que, en realidad, no es otra cosa que la afirmación de creencias religiosas por encima del bienestar de las mujeres.
En Noticias SER queremos expresar nuestra solidaridad con todas aquellas niñas, jóvenes y adultas que son y han sido violentadas y vejadas en su dignidad. Pero también queremos señalar que mientras en nuestra sociedad siga primando la absurda idea que los hombres o las instituciones religiosas o estatales pueden decidir sobre los cuerpos de las mujeres, seguiremos teniendo en el Congreso votaciones vergonzosas, como acaba de suceder. Desde este espacio seguiremos bregando, entonces, porque las cosas cambien.
Tomado de NoticiasSER / Editorial
#Promsex
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