No es tu culpa
Hace unos días fui agregada al grupo del Facebook «Ni una menos…movilización nacional». Desde ese día no he parado de leer los comentarios de miles de mujeres que afirman haber sido violentadas alguna vez en sus vidas. Violencia ejercida por padres, parientes y desconocidos hacía –sobretodo- niñas. Hombres que han abusado sobre los cuerpos de niñas que aún no entendían que las estaban violentando. Niñas que ahora son mujeres y que en algún momento, cuando entendieron que habían sido víctimas de violencia, se avergonzaron y lo silenciaron. Algunas, las que se atrevieron a contarlo a sus familiares (a sus madres en su mayoría) fueron rechazadas y hasta juzgadas por sus propias familias.
No se trata de victimizarnos: sabemos que las cosas no cambian de la noche a la mañana, pero damos pasos, caminamos, nos abrazamos y lamentablemente somos miles. Se abren puertas, se escuchan voces. Mi historia como las de muchas, se dio cuando yo aún no había cumplido los diez años. Fueron tres episodios que marcaron y acentuaron mi timidez y desconfianza hacia los hombres, los tres episodios los viví en la calle. El primero: era verano iba caminando con mi hermano por la cuadra de mi casa, pensando en nuestros juegos de niños, inventando personajes, ambos distraídos. Un niño de mi edad vino por detrás y me «metió la mano», mi hermano, dos años menor que yo no dudo en perseguirlo y pegarle, yo pensé que ese niño no tenía la culpa, pensé en sus padres. En los otros dos episodios, no tuve tanta suerte. También caminaba por la calle, pero esta vez fueron dos hombres, uno me tocó las tetas y el otro fue por detrás. Yo no pude reaccionar y me quedé inmóvil, ni siquiera pude gritar. Solo bajé la mirada y me detuve a observar como estaba vestida. Llevaba un short y pensé «debe haber sido eso». Me culpé de la agresión y nunca más volví a usar pantalones cortos para salir a la calle. Mi experiencia, aunque marcó mi vida, no fue tan terrible quizás como las historias de otras mujeres que fueron violadas sexualmente, maltratadas psicológicamente y de algunas, que en este preciso instante, son asesinadas.
Pienso en las miles de niñas y niños, hombres y mujeres, que han sido violados y que nunca se atrevieron a hablar porque la sociedad los silencia, los señala, te hace sentir culpable por el hecho de ser mujer, por llevar short, falda, escote, por sonreír.
Los movimientos feministas y de derechos humanos, vienen luchando por esto desde la década de los sesenta en nuestro país. Y hasta hoy, en el 2016 seguimos luchando para hacernos escuchar. Somos uno de los países con mayor índice de violencia sexual en Latinoamérica, y continuamos luchando para que se apruebe la ley del aborto terapéutico, seguimos esperanzadas en encontrar justicia para las miles de mujeres que fueron esterilizadas contra su voluntad, porque en efecto aun la ciudadanía no puede entender que esas mujeres fueron violentadas, que usaron sus cuerpos como armas de combate. EnColombia, segundo país con la tasa más alta de feminicidios se han registrado más de 127.708 víctimas por el conflicto armado, de las cuales, el 52% son mujeres. En nuestro país durante el Conflicto armado interno, 4.289 mujeres fueron víctimas de violencia sexual (DEMUS) y estas cifras no solo son números, cada una de estas mujeres aún espera justicia.
Trabajar en sororidad nos hace poderosas, hombres y mujeres debemos seguir educando, desde la casa, en los colegios en nuestro día a día. El 13 agosto estaremos juntos para marchar en contra de todas estas formas de violencia, por una sociedad en donde nuestros hijos puedan nunca más ser humillados, por todas las mujeres que aún esperan justicia.
#NiUnaMenos
Tomado de NoticiasSER
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!