Personas, una reflexión de Miguel Lorente
Quienes están en contra de que se aborden los problemas específicos de las mujeres, y de manera muy especial de las medidas dirigidas a erradicar la violencia de género, dicen que “no hay que hablar de mujeres ni de hombres, sino de personas”.
Los mismos que durante siglos sólo han hablado en primera persona para imponer y mantener sus referencias masculinas, ahora dicen que hay que hablar de personas. Los mismos que durante siglos han utilizado como referencia la fisiología y psicología de los hombres para decidir qué era normal y qué patológico, ahora dicen que hay que hablar de personas. Los mismos que durante siglos han considerado a las mujeres como esclavas, desalmadas y seres inferiores e incapaces, ahora dicen que hay que hablar de personas. Los mismos que durante siglos han cosificado a las mujeres para hacerlas objetos de su propiedad, ahora dicen que hay que hablar de personas. Los mismos que han convertido a las mujeres en instrumentos para satisfacer sus deseos a través de la prostitución, la trata, el abuso, la discriminación… ahora dicen que hay que hablar de personas. Los mismos que durante siglos han utilizado la violencia contra las mujeres en sus múltiples formas y han callado ante quienes la usaban, permitiendo la sumisión y el control en lo doméstico, y el acoso, abuso, la violación… en lo público, ahora dicen que hay que hablar de personas. Los mismos que hoy muestran su rechazo a las medidas que buscan acabar con la desigualdad y la violencia que genera para que, sencillamente, mujeres y hombres puedan convivir en paz y en libertad como personas con los mismos derechos y oportunidades, ahora dicen que hay que hablar de personas.
Y no es casualidad… El posmachismo se ha ungido con la capacidad para gestionar la “igualdad real”, como si sus dioses e ideas se la hubieran revelado en lo alto de los altares donde viven, muy por encima del resto de los mortales y de sus víctimas mortales. De ese modo son ellos, los mismos que han creado un orden social sobre la desigualdad, los que desde su “autoridad histórica” y su “superioridad moral” deciden qué es Igualdad y qué medidas son adecuadas para ella.
Y dentro de esa estrategia, una de sus tácticas es utilizar ese lenguaje neutral que dice que se hable de “personas”, no de hombres ni de mujeres, que pide la imposición de la “custodia compartida” sin tener en cuenta las circunstancias en el ejercicio de la maternidad y paternidad, que afirma que todas las violencias son importantes, pero sólo ataca a las violencia de género al hablar de “denuncias falsas”… pues esa teórica neutralidad genera la confusión necesaria para que la sociedad dude ante la aparente corrección de ese lenguaje “machismáticamente correcto”, y ante la “inmoralidad” que para ellos representa todo lo que la Igualdad y el feminismo cuestiona y pide cambiar. No hay que olvidar que la violencia de género es normalizada por la cultura, al igual que la perversidad y maldad de las mujeres.
Ya hemos repetido en otras ocasiones que el objetivo del machismo a través de su posmachismo es que todo continúe tal y como está (“El posmachismo”), es decir, tal y como ha sido a lo largo de la historia. Por eso la confusión es suficiente, pues con ella se genera duda sobre el tema planteado, sea la violencia o cualquier otra cuestión derivada de la desigualdad que afecte a las mujeres, la duda hace que la gente se mantenga distante al problema, esa distancia se traduce en pasividad, y la pasividad hace que todo permanezca bajo las mismas referencias. O sea, bajo el machismo.
Por eso, cuando piden hablar de “personas” y no de “mujeres y hombres”, en realidad lo que están pidiendo es que no se hable de los hombres, puesto que las mujeres y “lo de las mujeres” siempre han estado en un lugar secundario. Si ahora hablamos de ellas como víctimas y supervivientes de la violencia de género, antes o después tenemos que hablar de los hombres que la ocasionan. Por eso insisten tanto en ocultar a los hombres, e incluso cuando ya se ha producido la violencia de género, la presentan como un problema de mujeres a través de un relato que gira alrededor de la idea de, “una mujer muere a manos de…” en lugar de “un hombre que mata a…” pues de ese modo se resalta el mito de que “algo habrá hecho ella”, y que esas agresiones sólo se producen sobre las “malas mujeres”.
Hablar de “personas” no es otra cosa que ocultar a los hombres violentos que maltratan y matan, y ocultar la construcción de los hombres que dan los privilegios de permanecer invisibles e impunes ante la violencia que generan (“Machismo impune”), hasta el punto de dar lugar a una reacción crítica contra las mujeres que la sufren, en lugar de contra los hombres que la ocasionan. Por eso quieren hablar de “personas”, no de hombres y mujeres, porque si se habla de hombres y de mujeres se tiene que explicar lo que hacen unos y lo que sufren otras, y por qué y para qué lo hacen, algo que mostraría tal y como es a la cultura machista y el significado que guarda tras de sí.
Pero los machistas también quieren hablar de “personas” para situar a un mismo nivel y situación a los hombres y a las mujeres, sin reconocer la desigualdad que los coloca a ellos en una posición de poder, ni todos los mecanismos utilizados para mantenerla e aumentarla (El posmachismo (III), y la igualdad “punto cero”). Es más, incluso prefieren no reconocer esa injusticia y el daño que también ocasiona sobre los propios hombres (recordemos que el 95% de los homicidios los comenten hombres, y que la inmensa mayoría de los hombres asesinados lo son por otros hombres), y presentarse como víctimas del propio sistema que han creado, pero con el pequeño matiz de culpabilizar de esas consecuencias del machismo a las mujeres, y de paso reforzar así el mito de su perversidad y maldad.
Hablar de personas es ocultar a los hombres y su poder e una teórica igualdad que las mujeres no tienen.
Como se puede apreciar, no es casualidad que quienes piden hablar de “personas” no duden en hablar de mujeres para, directamente, manipular y hacerlas responsables de todas las muertes de hombres por violencia doméstica, cuando la mayoría de las muertes que se producen en el entorno familiar las llevan a cabo otros hombres (padres que matan a hijos, hijos a padres, homicidios entre hermanos y otros familiares…) Tampoco dudan en dejar de hablar de “personas” y hacerlo de mujeres, para presentarlas como “madres asesinas” sin tener en cuenta las circunstancias de esos homicidios, ni hablar de la crueldad de los padres que asesinan a sus hijos e hijas como parte de la violencia de genero contra sus parejas, y mucho menos de los más de 900.000 menores que están sufriendo de sus padres la violencia que ejercen contra las madres. Y no dudan en evitar hablar de “personas”, pero sí de mujeres, para “responsabilizarlas” de los suicidios de los hombres, llegando a presentar, incluso, los “divorcios abusivos” como una de sus razones, cuando la OMS y los estudios científicos ha identificado las causas de los suicidios masculinos en otros elementos, algunos de ellos relacionados con esa masculinidad tradicional, rígida y acrítica que defiende el machismo.
La reacción del machismo a través de la conducta y hábitos tradicionales, y de la nueva estrategia del posmachismo, es muy clara. Harán todo lo que tengan que hacer para ocultar, como lo han hecho durante siglos, la desigualdad, el abuso, la discriminación y la violencia que los hombres han utilizado contra las mujeres a través de su conducta y de su cultura, y para ello no dudarán en esconder la responsabilidad de los hombres que deciden seguir esos dictados, llamando al verdugo y a la víctima “personas”.
Personas somos todos los hombres y todas las mujeres, pero del mismo modo que las circunstancias hacen que haya personas sanas y enfermas, trabajadoras y desempleadas, con un color de piel y otro, de un origen geográfico y otros muy distintos… y todo ello tiene consecuencias y requiere la adopción de medidas para solucionar los problemas o cuestiones de todo tipo que se presentan a partir de esas referencias, los problemas de la desigualdad y el machismo deben ser abordados de manera diferente teniendo en cuenta el diferente papel que juegan los hombres y las mujeres.
Lo que pretende alcanzar la Igualdad y el feminismo es que seamos esas “personas” como iguales, con los mismos derechos, obligaciones y oportunidades, no como el machismo, que quiere hablar de “personas que matan y ejercen la violencia de género”, y de “personas que la sufren y son asesinadas” para “igualar” el resultado de todas las violencias, y dejar sin significado a la violencia de género.
Es bueno recordar la conocida frase de Ortega y Gasset, “yo soy yo y mi circunstancia”, que resumía la diferente situación de las personas; aunque el machismo y su posmachismo piensa que para los hombres la frase queda en: “Yo soy yo. Y mi circunstancia será la que diga yo; ¿verdad cariño?”
Miguel Lorente
Tomado de http://www.fundacionalfonsoperales.com
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!