En el siglo XXI existe consenso en señalar que la salud es un derecho de las personas que habitan el planeta y que al igual que todos los derechos humanos se convierte en central en la vida de los hombres y mujeres.
Cuando la salud se entiende como un derecho es inevitable identificar inequidades en su ejercicio por un sector importante de la población: las mujeres, que están expuestas a mayores riesgos de enfermar o morir por la influencia de factores predominantemente socioculturales que las discriminan y las hacen víctimas de marginación y exclusión social.
Si bien es cierto en el mundo crece el reconocimiento de la mujer como sujeto de derechos, y de los derechos sexuales y reproductivos como derechos humanos, la lectura de estadísticas sanitarias revela en forma nítida la influencia negativa de las dimensiones sociales con sesgo de género sobre la salud de la mujer en el campo de su salud sexual y reproductiva. Su expresión más dramática y dolorosa son las muertes maternas por causas directas eindirectas relacionadas al embarazo, parto y puerperio, que en número mayoritario se pueden prevenir y son evitables.