Después del 13 de agosto
Nada volverá a ser igual en nuestro país después del sábado pasado, cuando miles de mujeres, hombres, niños, ancianos, feministas, grupos parroquiales, izquierdistas, derechistas, gente de distintas clases sociales, de diferente orientación sexual, de diversas maneras de pensar se unieron por primer vez en una sola voz: queremos justicia para la mujer peruana.
La televisión no fue indiferente a la movilización más grande en nuestro país de los últimos años y por una cuestión de convicción, estoy segura, los canales no solo se limitaron a dar cuenta de la marcha en sus respectivos noticieros, sino que muchos de ellos se atrevieron a transmitirla, algo que no había pasado ni siquiera en el 2000 cuando se realizó la marcha de los Cuatro Suyos.
Y eso es muy importante teniendo en cuenta el efecto multiplicador que tiene la televisión. Se habla de miles de personas en las calles; las cifras más conservadoras hablan de 150 mil solo en Lima, las más entusiastas dicen que hubo medio millón de personas y si a eso le sumamos a los televidentes que siguieron cada detalle a través de la pantalla chica, podemos decir que el mensaje debe haber llegado hasta al último rincón del Perú.
El hecho de que hubiera figuras de todo tipo de programas también fue muy positivo. Aquí no había lugar para divisionismos, el ambiente solidario era total, era tan o más fraterno que una Teletón. Todos sumaban: actores, conductores, bailarinas, vedettes, chicos reality. La escena que narra Rosa María Palacios en sus redes sociales cuando que se encontró con Monique Pardo, quien la guió hacia dónde debía ir, lo dice todo.
Así como Lady Guillén y Victoria Vigo, dos mujeres con historias distintas se abrazaban y lloraban juntas, así como el presidente Kuczynski y sus ministros se confundían con Verónika Mendoza o Nadine Heredia en medio de la multitud, los actores serios de obras ‘cultas’ también compartían la misma emoción con las figuras de la llamada farándula.
Muchas mujeres famosas habían dado su testimonio de haber sido maltratadas y quizás, quién sabe, alguna lo hizo desde una motivación equivocada, para obtener titulares o algo así. No importa. Estoy segura de que al estar allí y escuchar a las madres que clamaban justicia por sus hijas asesinadas a golpes, al escuchar a las mujeres que habían sido violadas impunemente, al ver a aquellas a quienes les habían quitado el derecho a ser madres después de haberlas sometido a esterilizaciones forzadas, sintieron que la lucha era real, que todo valía la pena.
El lunes, los programas de chismes ya no eran los mismos. Algo había cambiado en el discurso de los conductores tantas veces vapuleados. Ahora eran capaces de indignarse, por ejemplo, ante ese grupo que ha salido a decir «ni uno menos», supuestamente para defender los derechos de los hombres.
Como dice Mariana de Althaus, por supuesto que hay mujeres que maltratan a hombres, «así como hay madres que odian a sus hijos, perros desleales, homosexuales que discriminan a heterosexuales y modelos obesas». Pero esas son excepciones que solo confirman la regla y no queremos más que esa sea la regla en nuestra sociedad.
Nada volverá a ser igual después del sábado 13 de agosto y nadie podrá arrebatarnos la convicción de que vamos por el camino correcto, de que se ha hecho historia y de que las mujeres unidas (apoyadas también por hombres maravillosos) somos una fuerza incontenible.
Tomado de Caretas (edición impresa 18.08.2016)
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