El día y la hora

Esta vez es el sábado 11 de abril a las 3 pm. En Lima, la convocatoria es en el parque Washington.

De chica, cuando vivía en Santa Beatriz, iba siempre a ese parque a manejar carrito a pedales o a caerme de cara como resultado de mi impericia con los patines. De grande sólo he ido las veces que mi voz se ha necesitado para unirse a las voces LGTB, a la hora de reclamar derechos y justicia. Se llama #MarchaPorLaIgualdad, porque eso es lo que se reclama.

He ido a cuatro marchas y estas son cada vez más grandes y alegres. A cada marcha, cada conversación, cada adhesión a la causa, nuestra sociedad está un poquito más cerca de que todos los peruanos gocemos de los mismos derechos. Cada charla pacífica, sin polarizar sino con ánimo de explicar por qué todos debemos tener derecho a establecer una familia con la persona que más queramos, se avanza. Explicarle a alguien con tranquilidad que no le hará ningún daño que una persona se establezca por amor y quiera legalizar su lazo conyugal con otra del mismo sexo, es un paso más.

Gracias a ti, que marchas en cada convocatoria por los derechos de la comunidad LGTB –siendo LGTB o no– las estadísticas han cambiado mucho. La desaprobación del proyecto (a pesar de que los DDHH no pueden ser sometidos a la decisión de una mayoría porque son derechos) ha disminuido en un diez por ciento con respecto al año pasado. Es tu trabajo y el mío que la aprobación suba cada día más porque cuando triunfe la iniciativa congresal que propugna la igualdad, no será una victoria exclusiva de los gays sino de todos los peruanos que defendemos el derecho al amor.

Aquí no se usa el verbo «pedir», sino el verbo reclamar, que significa pedir con derecho lo que es justo. Con insistencia, con fuerza, hasta que llegue el día. No puedo estar molesta al escribir esta columna y de hecho lo hago sonriendo, porque valoro el cambio que se ha gestado en el camino en tan poco tiempo y cerquita –casi puedo tocarla–, veo la meta.

Tomado de La República