Huestes de la qué?
[Por: Germán Vargas Farías] El himno escogido para el cierre de la ceremonia que se realizó ayer en la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera de Lince no podía ser otro. «Firmes y Adelante» es un canto convocante, que llama a la unidad y que invita a pelear con la certeza de la victoria. Los enemigos temblarán, autoridades y gobiernos caerán, la victoria -de las huestes de la fe- nada ni nadie impedirá.
Allí estaban los guerreros (no voy a decir y guerreras porque eso es lenguaje inclusivo y según ellos «ideología de género») Santana, el revocador Linares, Rosas padre y Rosas hijo, un sacerdote católico que no alcancé a reconocer, el alcalde Castañeda Lossio y refuerzos internacionales como la diputada colombiana Ángela Hernández, para testimoniar que es posible estorbar objetivos tan importantes como la paz en un país con más de 50 años en guerra, si se apela a temores y prejuicios.
En medio de tan singulares personajes, lo que se dice es lo mismo que Cipriani y otros repiten en el Perú desde hace algunos años, sin que nadie pueda exigir el copyright de esos discursos pues son los que redundantemente se leen y escuchan en México, Guatemala, Colombia y varios otros países de la región.
Están en pie de lucha y se han reunido para hacérselo saber a todos, firmando un manifiesto que han llamado Declaración de Lima, que es una versión abreviada de la que un grupo de líderes ortodoxos, católicos y evangélicos, suscribieron hace 7 años en Nueva York, a la que llamaron Declaración de Manhattan. En realidad, siguiendo el ejemplo estadounidense lo que correspondía era que aquí se llamara Declaración de Lince, pero parece que a nadie se le ocurrió.
Una y otra declaración proclaman el compromiso de estos religiosos, y no tan religiosos (Castañeda por ejemplo), de defender la vida, la familia y la libertad de religión. Es posible que usted no los haya visto defendiendo la vida de las víctimas de Putis o Lucanamarca, protestando por las torturas de Alberto Fujimori contra su ex esposa, o reclamando libertad religiosa para los integrantes de la comunidad LGBTI que son echados de sus iglesias, pero son ellos los garantes de la moral y la decencia, los que no tendrán problemas para decir categóricamente que respetan los derechos de los homosexuales, pero rechazan sus «privilegios».
¿Cuáles son esos privilegios?, los mismos que tiene usted y tengo yo, y que llamamos derechos. Pero si se trata de lesbianas, gays, bisexuales, tráns e intersexuales, tampoco, tampoco. Allí está nuestro derecho a la «objeción de conciencia» para oponernos.
Están saliendo a las calles en marchas y plantones, para gritar escandalizados que se quiere ´homosexualizar’, ´sodomizar’ las ciudades y el país, y allí están los textos para probarlo. ¡Qué es eso de «caperucito rojo»!, no han leído las propuestas pedagógicas y si lo han hecho no las entienden, pero allí están prestos para repudiarlas.
«No te metas con mis hijos» es una de sus consignas de batalla, fastidiados porque desde la educación en nuestro país se les quiere enseñar a reconocer que todas las mujeres y todos los hombres son diferentes, y no existen razones para pretender que unas y otros deben comportarse de la misma manera. Están mortificados porque se habla mucho de no discriminar, y porque se atreven a sugerir que hay personas que sienten atracción por otras del mismo sexo.
Así como, reclaman estos religiosos y no religiosos, ningún poder en la tierra, sea este cultural o político, puede ni debe reducirlos al silencio o a la aceptación sumisa o violación de sus conciencias, tampoco pueden ellos negar los derechos de otras personas y pretender que se queden callados y resignados frente al abuso y la indignidad.
Dicen los líderes religiosos en la Declaración de Manhatan que darán «al César lo que es del César, en todo y con generosidad, pero bajo ninguna circunstancia le daremos al César lo que es de Dios». Por la forma como se comportan, tengo serias dudas sobre sus discernimientos. Exaltados por la presunta reducción de la que son objeto, parecen empeñados en reducir a Dios.
La perversion sexual trae pobreza, sufrimiento, muerte y destruccion.
Promsex uds odian al Peru y a su gente decente.