La Biblia entre las sábanas
La infeliz frase del congresista Juan Carlos Eguren –según él, es casi improbable que una mujer violada salga embarazada porque el estrés le impide la lubricación (¿?)– no tiene, obviamente, asidero alguno.
Es un disparate completo. Es más, si el susodicho realmente creyera semejante estupidez, tendría que explicarnos por qué entonces tan iracundo rechazo al proyecto de ley que permite abortar en esos casos, ya que no existiría jamás esa posibilidad o sería minúscula.
El congresista adolece no solo de levedad lógica, sino de ceguera moral respecto de la sexualidad femenina, y el suyo parece ser uno más de tantos casos de supina ignorancia sobre la materia. Pero su particular minusvalía conceptual o ética no es, en verdad, lo más relevante.
Lo que alarma es el discurso subyacente – que no es solo suyo, lamentablemente–, alusivo a que buena parte de las mujeres violadas ha alentado de algún modo, sutil o abiertamente, el descontrol impulsivo de quien la atacó.
Por eso no es tan inocente la referencia hecha a la lubricación: Eguren, y muchos como él, parecen dar por sentado que si una mujer violada resulta embarazada es porque en verdad lo ha disfrutado y no tiene, por ende, razón de quejarse (peor aún, dado un embarazo, cabría sospechar si acaso se ha inventado la violación).
Adicionalmente, se pretende consagrar el mensaje entre líneas de que el embarazo y el parto –acá la segunda barbaridad detrás de las posturas ultraconservadoras– serían una suerte de «castigo» preciso, de justa penitencia moral de las mujeres por su ejercicio libertino. Que se jodan pues, les falta atreverse a decir.
La visión católica de la sexualidad es por lo general miserable, pero eso debería ser problema exclusivo de quienes introducen la Biblia entre las sábanas. Lo que resulta inadmisible es que se pretenda legislar en base a semejantes arrugas morales e ideológicas.
Tomado de exitosadiario.pe/
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!